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Laboratorio aeroespacial de Guatemala: cómo es, dónde se encuentra, quiénes lo administran y por qué es el primero en el país

Desde mediados del 2021 comenzó a funcionar el modernizado laboratorio aeroespacial, el primero de su tipo en país, en la Universidad del Valle de Guatemala (UVG).

Primer laboratorio aeroespacial de Guatemala se moderniza

Estudiantes y docentes que realizan investigaciones en el laboratorio aeroespacial de UVG, entre estas, el desarrollo del segundo satélite guatemalteco, Quetzal-2. (Foto Prensa Libre, Brenda Martínez)

A raíz del desarrollo, lanzamiento al espacio y misión del primer satélite guatemalteco, Quetzal-1, nació la necesidad de continuar con la realización de proyectos relacionados con la investigación del cosmos, por lo que desde mediados del 2021 comenzó a funcionar el modernizado laboratorio aeroespacial, el primero de su tipo en país, en la Universidad del Valle de Guatemala (UVG).

Este lugar se encuentra en el edificio del Centro de Innovación y Tecnología, inaugurado en el 2020, en el que se pone a disposición de estudiantes y docentes infraestructura y equipo de clase mundial para la investigación científica y tecnológica.

En las diversas áreas de este laboratorio, estudiantes y docentes no solo desarrollan los subsistemas de Quetzal-2, el segundo satélite guatemalteco, que está en proceso, sino que colaboran con proyectos relacionados con el espacio, que se llevan a cabo en instituciones como la Administración Nacional de Aeronáutica y el Espacio (Nasa) o la Agencia Espacial Europea (Esa), según indica José Bagur, encargado del centro aeroespacial y uno de los miembros del equipo Quetzal-1.

“Se necesitaba un espacio dedicado específicamente para hacer investigación en este ámbito, realizar una mayor cantidad de proyectos e involucrar a más personas en el laboratorio”, añade Bagur, quien refiere que, actualmente, 23 estudiantes desarrollan prototipos mecánicos y electrónicos en este lugar.

“Cuando concluyó la misión de Quetzal-1, comenzaron a surgir oportunidades para trabajar proyectos en el campo aeroespacial. Julio Gallegos, astrofísico guatemalteco que trabaja en Esa, nos planteó, el año pasado, desarrollar un par de módulos de un nanosatélite. Estamos pendientes de conseguir fondos para fabricarlos”, refiere Víctor Ayerdi, codirector de Quetzal-1 y director del Departamento de Ingeniería Mecánica de UVG.

También se está trabajando en un módulo para desorbitar satélites para que puedan desintegrarse, al finalizar su vida útil, y ayudar a mitigar el problema de la basura espacial. “Quetzal-1 fue lanzado a 400 km de altura, y se desintegró al ingresar a la atmósfera terrestre en febrero último. Sin embargo, si un satélite es lanzado más de 400 km de altura, tardaría miles de años en ingresar a la atmósfera terrestre y desintegrarse”, indica Ayerdi.

Diego Hernández, estudiante de cuarto año de Ingeniería Mecánica Industrial, ha estado a cargo de este proyecto por un año. El propósito es aplicar a una competencia internacional para que pueda ser probada su tecnología, añade.

Video: Grupo de estudiantes mujeres que desarrollaron Quetzal-1

Nuevos dispositivos

Entre los dispositivos que se están desarrollando en este laboratorio está la jaula de Helmholtz, que recrea el campo electromagnético de la Tierra, y que será fundamental para probar el sistema de estabilización del nuevo satélite. Esta herramienta tecnológica solo se encuentra en el extranjero, por lo que si la realización de esta jaula resulta exitosa, ya no será necesario hacer las pruebas en otros países, como sucedió con Quetzal-1.

Bagur explica que una de las partes importantes del desarrollo de nanosatélites es fabricar equipo para hacer las pruebas respectivas de su funcionamiento, y así cumplir con requisitos internacionales y obtener las certificaciones necesarias. “Muchas de esas pruebas no son complejas, así que estamos desarrollándolas en este laboratorio para realizarlas por primera vez en Guatemala y Centroamérica, dentro de algunos años”, añade.

También, afirma, están creando subsistemas de nanosatélites para que puedan ser comercializadas y usarse en otras misiones espaciales, en colaboración con otras universidades o instituciones, como transferencia de tecnología. Actualmente, están en la fase de definir equipos de trabajo para cada módulo, pues con la experiencia que les dejó Quetzal-1, saben dónde empezar.

Hay que destacar que se prevé que la estructura del segundo satélite guatemalteco sea del triple de tamaño del primero, pues ahora será 3U —10 por 30 centímetros—, con tres módulos en vez de uno. Además de que estará conformado por más componentes, también llevará una cámara —sensor multiespectral—, cuyo desarrollo también se está llevando a cabo en este laboratorio. Actualmente, se está evaluando la misión del satélite, de acuerdo a los requisitos de la competencia a la que se desea aplicar para ser enviado al espacio, indica Ayerdi, o de la institución extranjera de la que se reciba apoyo para ese fin.

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Otra diferencia es que el satélite tendrá agujeros en su exterior para retirar piezas internas con mayor facilidad y no tener que desarmarlo todo, como ocurría con Quetzal-1.

“Lo más importante de este lugar es su gente, al brindarle la oportunidad de tener una experiencia diferente en la universidad. Se nota el entusiasmo de los estudiantes, pues en este laboratorio pueden aprender mucho. Eso nos llena de energía para seguir trabajando”, dice Bagur.

“Ya no tenemos que viajar a otros países para desarrollar tecnología aeoespacial; ahora, podemos hacerlo en nuestro país. Quiero dejar mi huella. Es un orgullo ser parte de este equipo e inspirar a futuras generaciones”, apunta Alejandro Duarte, estudiante de quinto año de Ingeniería Mecatrónica, y quien colabora con estos proyectos.

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Impresión de prototipo

El laboratorio forma parte del Makerspace DHive, donde hay impresoras en 3D, que imprimen piezas de materiales como resina, fibra de carbono o de vidrio —según la resistencia que se desea—, así como cortadoras láser, de la más alta tecnología, área que está a cargo de Cecilia Marsicovetere, integrante del equipo que desarrolló Quetzal-1, para que estudiantes pueden materializar sus ideas innovadoras en diferentes campos de la ciencia.

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También, pueden elaborar piezas para los prototipos de los subsistemas de Quetzal-2. Los componentes finales de metal se pueden fabricar en equipos que se encuentran también en el mismo edificio. “Este es un espacio multidisciplinario para que los estudiantes busquen la solución a sus ideas y necesidades académicas para todo tipo de proyectos, al aprovechar la tecnología de las diferentes impresoras”, expone Marsicovetere.

“Ha sido gratificante”

“Comencé a estudiar en UVG cuando se estaba desarrollando Quetzal-1 y me inspiró ver a estudiantes de años superiores involucrados en este proyecto. Eso demostró que podemos vencer retos, lo que nos ayuda a buscar oportunidades de crecimiento personal y académico. Ha sido gratificante formar parte de este nuevo proyecto”, señala Jonathan Pu, estudiante de quinto año de Ingeniería Mecatrónica.

“Ya no es necesario viajar para aprender”

“Siempre me ha gustado todo lo relacionado con el espacio, pero no es lo mismo solo imaginarlo a ver la tecnología espacial que se está desarrollando en Guatemala. No es necesario que viajemos a otros países, pues aquí tenemos las herramientas para continuar nuestro aprendizaje en este campo”, explica Ashley Morales, estudiante de quinto año de Ingeniería Mecatrónica.

“Quiero aportar”

“Quería seguir estudiando ingeniería aeroespacial, pero como en Guatemala no hay esa carrera, decidí estudiar Ingeniería Mecánica Industrial en UVG, para después especializarme en el extranjero. El desarrollo de Quetal-1 y el impacto mediático que tuvo me ayudó a decidirme por esta carrera. Quiero aportar algo útil a la industria aeroespacial de mi país”, indica Rodolfo Balcárcel, estudiante de segundo año de Ingeniería Mecánica.

 

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